Mi Nueva Vida
Me mudé. Si, todo indicaba que iba a comenzar una nueva vida dejando todo lo demás atrás. No sabía si sentirme felíz o triste, simplemente pensé: "Si es que existe un destino, que me lleve como el viento a las olas". Tiempo despues descubrí algo inusual, que me diferenció de los demás y ahora tendré que vivir con ese inconveniente.
martes, 16 de octubre de 2012
Capítulo X: El árbol
Rayos de sol lo recubrían, soplos de viento lo acariciaban...
Abrí mis ojos en la mañana, se sentía igual que todas las demás. Después de ponerme el uniforme bajé al baño a lavarme la cara y pude notar unas coloraciones amoratadas alrededor de mis párpados inferiores. Eran dos grandes ojeras. Se notaba que no había descansado bien y más bien había estado dando vueltas entre mis sábanas gran parte de la madrugada. Adaptarse a un lugar no es fácil.
Caminé hasta la cocina y desayuné. Esa mañana estaba sola. Un abrumador silencio invadía la casa, lo tapaba un poco el «tic, tac» del reloj pero aun así me ponía ansiosa. Faltaban veinticinco minutos para que el timbre de entrada sonara en el liceo y me pareció que debería salir ya. Tome mis cosas, la llave y con ella tranqué la puerta. Caminé las primeras cuadras, pero hoy, ya que disponía de más tiempo quise prestarle más atención al barrio. Estaba lleno de casas, en su mayoría antiguas (un poco reformadas), con un pequeño jardín en su frente y algún edificio solitario. Unas cuadras más adelante vi una especie de parque, lo digo porque es un poco más grande que las plazas normales. No vi nada mucho más interesante solamente comercios, paradas de ómnibus, etc.
Estaba a dos cuadras de la parada cuando vi esa mochila verde manzana, ese pelo marrón y sus típicas zapatillas. No dudé en gritar el nombre de Becky.
Ella me saludó con la mano, acompañada de una adorable sonrisa. Corrí hacia ella para recibir un abrazo de su parte. Luego de esperar un rato en la parada y subir al ómnibus llegamos al liceo. No había mucha gente y con Becky nos quedamos esperando en la puerta a que abrieran. Rato después llegó Alex y nos saludó, un poco somnoliento.
No pasó nada interesante esa mañana, volví a casa y al igual que en la mañana no había nadie.
Estaba aburrida, había terminado las tareas, tanto de la casa como del liceo. ¿Qué podía hacer?
Y... se me prendió la lamparita! El día estaba lindo, hacía calor y hacía días que lo quería hacer. Salí a recorrer todo el barrio.
Esta vez agarré por otro lado, no por el mismo camino de siempre, ese ya lo sabía. Recorrí diferentes calles, con diferentes olores, texturas... y terminé en un lugar conocido. En el parque que había visto esa mañana. Crucé la calle para adentrarme en él. Estaba lleno de árboles de distintos tipos. Tanto pinos como robles. Al entrar solamente se veían algunos juegos y todo lo demás lo dejaba para tu imaginación. Yo iba a descubrir cómo era. Pasé por enormes piedras, arbustos, suelos acolchonados por las hojas de otoño, hasta llegar a un enorme árbol. No tenía idea del tipo de árbol que era, pero el sol daba justo donde estaba y tenía un "hueco", como un espacio amplio ( más o menos para tres personas) donde podías sentarte. También tenía un banco a unos metros, pero me pareció más comprometedor el árbol.
Y allí estaba, sentada, sola en el árbol. Lo único que me acompañaba eran mis pensamientos. Saqué el collar a la luz, sus rayos chocaron contra este y algo calló, digamos justo para tirarlo al piso, que se abriera y yo sintiera un resplandor abrazador sobre mí.
viernes, 3 de agosto de 2012
Capítulo IX : No puede ser magia
¿Un sueño?
Ahora todo se oía con un eco al final. Ya no podía entender ni una sola palabra.
Una luz blanca me cegó y...¿Caí? Solo sentí mi cuerpo desplomarse. Abrí mis ojos.
Me dolía absolutamente todo y no. No iba a hacer esa pregunta de "¿Qué hago tirada en el suelo?” Yo sabía muy bien porque estaba en el piso pero aún no comprendía como había sido posible todo lo anterior. Cansada de caer suspiré. Tenía el collar en la mano y de nuevo se escuchaba la música.
Con mis manos me impulsé para lograr levantarme y apagué el reproductor de música. Me llevé la mano a la cabeza en señal de que eso no podía pasarme, tenía que estar loca. Hasta yo dudaba de mi salud mental. Eso era malo.
Se abrió la puerta y tras ella estaba mi madre quien me sonrió y fue a abrazarme. Yo correspondí su abrazo, me sentí tan feliz de tener a alguien que me diera tanto cariño y mas ahora que lo necesitaba. Mamá no sabía nada, solo había llegado a casa, pero con toda la alegría del mundo.
Decidí despejar mi mente, no pensar en aquello que tanto me atormentaba. Eso significaba darme un baño.
Tomé la ropa de pijama para colocarme luego del baño y bajé las escaleras. Un olor dulce, con una pizca de temperatura cálida invadía el living, proveniente de la cocina.
- Si quieres vete a bañar, yo terminaré el pastel.
- Está bien. Gracias mamá.
Lo pronuncié sin ningún tipo de ánimo en especial, rotundamente vacío, como si no tuviera ninguna clase de sentimiento en mi interior. Pero no era así, yo sentía algo, era el sentimiento abrumador de no obtener una respuesta. De estar atónita.
Entré a bañarme.
Sentí alivio, como todo se desprendía de mí, de mi alma. El agua caliente en mi cuerpo hizo que se me pasara un poco.
Estuve al rededor de diez minutos más y cerré la ducha. Empapada caminé y agarré una toalla. Fue cuando comencé a secarme el cuerpo cuando ese pensamiento cruzó por mi mente: ¿A Alex y a Becky les contaría sobre esto?
Ni yo misma creía lo que estaba pasando y esperar a que otros lo hicieran era algo estúpido. Seguí vistiéndome. Era mejor esperar un tiempo y quizá luego comentarles.
Busqué el secador de pelo entre las cosas del mueble del baño, lo enchufé y comencé a secarme el pelo. Entre la lluvia de pensamientos sentía el viento caliente en mi rostro. Miré mi cara en el espejo y lucía normal, nada parecía haber cambiado desde, bueno... algunos años atrás. Preferí censurar esos flashbacks y continuar con lo que estaba haciendo.
Cuando terminé salí del baño e hice los deberes que me faltaban terminar para el liceo.
Mamá me llamó para cenar y en seguida bajé.
Lo que había preparado para esa noche era un guiso de lentejas, cosa que ni me iba ni me venía. Claro que hubiera preferido unas milanesas y un buen plato de papas fritas con coca-cola, pero era lo que había y no iba a quejarme. (Sin contar que estaba muriendo de hambre e hubiera hecho todo hasta por una sola aceituna)
Mientras comíamos estaba ese silencio incómodo que tanto odiaba.
Mamá me pregunto como me había ido en el día y tras tomar un vaso con agua le contesté y le formulé la misma pregunta, la cual respondió con la misma respuesta que yo había usado. ¿De tal palo tal astilla?
Después de comer un trozo de pastel cada una le di las buenas noches y subí a mi habitación. Luego me recosté en mi cama. Tenía que prepararme para el siguiente día. Luego de unos minutos logré dormir.
martes, 12 de junio de 2012
Capítulo VIII : Confusión
¿Qué está pasando? ¡Sáquenme de aquí!
Tomé un trapo de piso, una cubeta y una botella de limpiador.
Mientras llenaba la cubeta limpié mis pies y los sequé con una toalla.
Recordé lo del collar y agarré un algodón para limpiarlo luego. Primero lo primero: cerré el grifo y con la cubeta en la mano y el limpiador en la otra subí las escaleras y me dispuse a lavar el suelo de mi habitación. ¡que tarea más aburrida! y en cima había sido por mi culpa...- Mejor pongo un poco de música y alegro un poco esto- pensé. Agarré un CD, lo puse en mi reproductor de música y en seguida se escuchó "Can't be Tamed" de Miley Cyrus, una canción bastante movida y agradable para mi gusto.
Unos minutos después ya había terminado con mi labor y ya que estaba cerca del escritorio y no tendría que pisar mucho para llegar a él, caminé hasta allí, saque el algodón de mi bolsillo y lo froté contra el collar. Descubrí que era dorado... algo que no se le notaba antes debido a la suciedad que lo cubría y ahora resplandecía exageradamente cuando su superficie chocaba contra la luz, algo raro ya que parecía ser antiguo.
Un olor a quemado invadió mis fosas nasales y rápidamente pude darme cuenta de que era el pastel.. No podía ser. Una vez que me dispongo a hacer un pastel... bueno, eso me pasa por hacer muchas cosas a la vez.
Llegué a la cocina y con los guantes ya puestos rescaté la torta del horno y lo apague. No estaba totalmente arruinado, así que la dejé sobre la mesa para que se enfriara.
Cansada por toda esa odisea volví a mi cuarto. Abrí la puerta y con mis pies descalzos pude sentir el suelo mojado aún y también la música. Pero de repente un resplandor me cegó. Ya no veía nada.
¿Caí al suelo? Eso creía, ya que sentí un gran impacto de algo con mi cabeza. Abrí los ojos. Lo que pude percibir a simple vista fueron: a mi izquierda unos enormes ventanales, justo delante de mí una gran chimenea encendida con un reloj de aguja que marcaba las doce y cuarto... ¿Ya era tan tarde? Y a mi derecha un sillón como de metro y medio de largo, rojo el cual me recordó a las películas antiguas. Pero eso era ¿Una figura humana? se movía llevando su mano hacia su boca, luego retirándola y reiteraba la misma acción. Todo eso en medio de la penumbra. Luego pude notar que el suelo estaba seco y la música no se escuchaba. Eso quería decir que ni aunque estuviese alucinando estaba en mi habitación. ¿Qué estaba haciendo yo en ese lugar? Recién en ese momento me percaté de que estaba tirada en el suelo y cuando apoyé mis manos para levantarme... ¡Ay, me dolió! Era eso... ¿El collar? Me acerqué para divisarlo mejor. Sí, era cierto pero ¿Qué hacía el collar ahí? ¿Y yo? - ¡No entiendo nada! - pensé. En ese momento entró por la puerta una señora vestida muy particularmente. Me apuré a decirle algo:
- ¡Hola! Emmm... ¿Me podría decir donde estoy? - balbuceé
Pero ella desesperadamente comenzó a hablar:
- ¿Charles? ¡Aquí estas! ¡Rápido, la marea ya ha tapado casi todas las casas de la costa!
La figura del sillón se movió pero se limitó a decir unas palabras:
- Lo sé Anne, Tengo que tomar medidas ahora mismo. Solo estaba disfrutando de unos últimos momentos de paz
¿La costa? ¿Marea? ¿Qué estaba pasando?
- ¡Oigan! ¿Que sucede aquí?
Ninguno parecía escucharme y mis esfuerzos eran en vano. Mi estómago gruñó, tenía hambre. Me daban ganas de decirle a alguno "Che, ¿Tenes un pedazo de pan aun que sea?” Pero no, no podían escucharme. Eso colmaba mi paciencia y ellos seguían con su conversación.
- Pero no tienes que hacerlo ¡Yo no lo soportaría!
- Tranquila, ese es mi deber...es más, tú sabes que no es solo mío.
¿Su deber? ¿Que querría decir con eso?...
Tomé un trapo de piso, una cubeta y una botella de limpiador.
Mientras llenaba la cubeta limpié mis pies y los sequé con una toalla.
Recordé lo del collar y agarré un algodón para limpiarlo luego. Primero lo primero: cerré el grifo y con la cubeta en la mano y el limpiador en la otra subí las escaleras y me dispuse a lavar el suelo de mi habitación. ¡que tarea más aburrida! y en cima había sido por mi culpa...- Mejor pongo un poco de música y alegro un poco esto- pensé. Agarré un CD, lo puse en mi reproductor de música y en seguida se escuchó "Can't be Tamed" de Miley Cyrus, una canción bastante movida y agradable para mi gusto.
Unos minutos después ya había terminado con mi labor y ya que estaba cerca del escritorio y no tendría que pisar mucho para llegar a él, caminé hasta allí, saque el algodón de mi bolsillo y lo froté contra el collar. Descubrí que era dorado... algo que no se le notaba antes debido a la suciedad que lo cubría y ahora resplandecía exageradamente cuando su superficie chocaba contra la luz, algo raro ya que parecía ser antiguo.
Un olor a quemado invadió mis fosas nasales y rápidamente pude darme cuenta de que era el pastel.. No podía ser. Una vez que me dispongo a hacer un pastel... bueno, eso me pasa por hacer muchas cosas a la vez.
Llegué a la cocina y con los guantes ya puestos rescaté la torta del horno y lo apague. No estaba totalmente arruinado, así que la dejé sobre la mesa para que se enfriara.
Cansada por toda esa odisea volví a mi cuarto. Abrí la puerta y con mis pies descalzos pude sentir el suelo mojado aún y también la música. Pero de repente un resplandor me cegó. Ya no veía nada.
¿Caí al suelo? Eso creía, ya que sentí un gran impacto de algo con mi cabeza. Abrí los ojos. Lo que pude percibir a simple vista fueron: a mi izquierda unos enormes ventanales, justo delante de mí una gran chimenea encendida con un reloj de aguja que marcaba las doce y cuarto... ¿Ya era tan tarde? Y a mi derecha un sillón como de metro y medio de largo, rojo el cual me recordó a las películas antiguas. Pero eso era ¿Una figura humana? se movía llevando su mano hacia su boca, luego retirándola y reiteraba la misma acción. Todo eso en medio de la penumbra. Luego pude notar que el suelo estaba seco y la música no se escuchaba. Eso quería decir que ni aunque estuviese alucinando estaba en mi habitación. ¿Qué estaba haciendo yo en ese lugar? Recién en ese momento me percaté de que estaba tirada en el suelo y cuando apoyé mis manos para levantarme... ¡Ay, me dolió! Era eso... ¿El collar? Me acerqué para divisarlo mejor. Sí, era cierto pero ¿Qué hacía el collar ahí? ¿Y yo? - ¡No entiendo nada! - pensé. En ese momento entró por la puerta una señora vestida muy particularmente. Me apuré a decirle algo:
- ¡Hola! Emmm... ¿Me podría decir donde estoy? - balbuceé
Pero ella desesperadamente comenzó a hablar:
- ¿Charles? ¡Aquí estas! ¡Rápido, la marea ya ha tapado casi todas las casas de la costa!
La figura del sillón se movió pero se limitó a decir unas palabras:
- Lo sé Anne, Tengo que tomar medidas ahora mismo. Solo estaba disfrutando de unos últimos momentos de paz
¿La costa? ¿Marea? ¿Qué estaba pasando?
- ¡Oigan! ¿Que sucede aquí?
Ninguno parecía escucharme y mis esfuerzos eran en vano. Mi estómago gruñó, tenía hambre. Me daban ganas de decirle a alguno "Che, ¿Tenes un pedazo de pan aun que sea?” Pero no, no podían escucharme. Eso colmaba mi paciencia y ellos seguían con su conversación.
- Pero no tienes que hacerlo ¡Yo no lo soportaría!
- Tranquila, ese es mi deber...es más, tú sabes que no es solo mío.
¿Su deber? ¿Que querría decir con eso?...
miércoles, 28 de marzo de 2012
Capítulo VII : Intriga
Hay misterios que nunca han sido descifrados ¿Éste sería uno?
- Le devolví el marcador y con la cabeza gacha volví a mi asiento.
El profesor me había puesto a prueba y yo había fallado.
Una vez más, el profesor dio lugar a que otra persona pasara al pizarrón pronunciando un nombre, que personalmente solo había escuchado en la lista y no había prestado mucha atención a quien era. Emiliano Acosta.
Y allí un chico de ojos miel y pelo lacio negro se paró y firmemente caminó hasta el profesor. Agarró el marcador y en cuestión de segundos resolvió de una vez lo que yo no había podido ni fragmentar durante mi estadía allí en frente. Eso, naturalmente hizo que me sintiera peor aún.
El tiempo pasó y llegué a casa.
Decidí salir al patio, donde me senté debajo de un árbol. Flexioné mis piernas, con mis manos tomé entrelazando los dedos de mis dos manos y suavemente apoyé mi cabeza sobre mis rodillas. Cerré mis ojos-
Lo único que escuchaba era el sereno sonido de el viento y el canto de los pájaros. Sonidos que no escuchaba hacía muchísimo tiempo y que también son casi inaudibles en la ciudad. Esos sonidos me transmitieron calma y logre tranquilizarme.
Decidí que no podía estar así solo por no poder resolver un problema matemático, parecía una niña pequeña…de esas que les dan rabietas por cada cosa que no puede lograr.
Así que me levanté y creí que lo mejor que podía hacer era distraerme un poco. Subí a mi cuarto, me cambié el uniforme, ordené mi habitación e hice una lista con mis horarios del liceo para poner en mi casillero.
Estaba de mejor humor y bajé a la cocina a preparar un pastel. Yo nunca cocino, pero en ese momento tenía ganas. Cuando lo metí al horno subí a mi habitación y decidí pintarme las uñas de las manos y pies. ¿Qué era esto? ¿Una sección de belleza? No, simplemente era un punto de distracción, mientras pudiera tenerlo.
Estaba terminando las uñas de los pies cuando sentí frío, miré hacia la ventana…ya era de noche y estaba abierta. Me paré y cuidadosamente camine hasta la ventana, la cerré y cuando estaba volviendo al lugar donde estaba ¡PLAAAF! Me tropecé.
¡Auch! No podía ser más tonta ¿Verdad?
Pero ¿Con qué me había tropezado?
Miré hacia atrás y en el suelo había una madera salida. Me paré y noté que había algo que brillaba a la luz de mi lámpara de techo. Impulsada por la curiosidad traté de quitar la madera y ésta cedió fácilmente. Descubrí lo que generaba ese brillo dorado y no era ni nada más ni nada menos que un collar. Un collar viejo, cubierto de polvo y con forma de corazón. Luego pude darme cuenta de que se abría y su interior estaba intacto.
¡Qué lindo! pensé, pero…¿Cómo diablos había llegado hasta allí? Parecía que en esa casa aparecían cosas de la nada.
Mientras lo miraba miles de teorías surgían entre mis enredados pensamientos, pero ninguna parecía encastrar en el lugar indicado.
Miré mis pies.,mis uñas iban a ser amarillas, estaban pintadas con un esmalte amarillo "flúo" y este estaba intacto sobre mi escritorio, pero el que estaba en mis pies había dejado un rastro largo desde donde me caía hasta el lugar en donde estaba.
Gruñí y me encaminé hacia el baño para buscar un trapo con el que limpiar tal desastre. Antes de salir coloqué el collar en mi escritorio. En puntitas de pie y dado respingos llegué hasta el baño.
domingo, 26 de febrero de 2012
Capítulo VI : El segundo día
¿Hay peor clase de tortura?
Escuché una voz que decía mi nombre y me dí vuelta.
¿Adivinen quién era? Sí, así es, era Becky.
Tenía suerte de haberme encontrado con ella, así tendría un viaje menos aburrido. Siempre es mejor estar acompañada.
La saludé y cruzamos.
- ¿Vos también vas a aquella parada? – Señalando la parada a la que yo me dirigía.
-Sí ¿a vos que ómnibus te sirven?.
Luego descubrimos que nos servían los mismos menos dos, así que decidimos usar solo los que nos servían a ambas.
Cuando quise acordar estábamos sentadas en el ómnibus una al lado de la otra. Charlamos un rato. Ella mencionó que no conocía a nadie más que a Alex y a mí. Yo sinceramente le respondí que estaba en su misma situación. Ella me planteó que si quería que nuestro objetivo de hoy fuera tratar de conocer a nuestros nuevos compañeros. Yo acepté.
Nos tocó bajarnos del ómnibus, nos paramos, tocamos el timbre y bajamos.
Retomamos nuestra caminata. Nos faltaban varias cuadras para llegas así que aproveché y le pregunte a mi amiga si quería que fuéramos juntas todos los días al liceo.
Afortunadamente ella respondió que sí.
No pude ocultar una sonrisa. Una de las cosas más aburridas era tener que ir sola al liceo, pero yo tendría a Becky alegrando mis mañanas.
Unos minutos mas tarde llegamos al liceo. Ya teníamos los útiles a mano así que no fue necesario ir a nuestros casilleros. Entramos a la clase y nos sentamos en nuestros respectivos asientos.
Las primeras tres clases pasaron rápido y sin ningún problema. Yo estaba junto a Becky en el recreo cuando unas chicas, al parecer compañeras del curso se nos acercaron.
- Hola, ustedes son Rebeca y Lola, ¿No?
Nosotras asentimos con la cabeza.
Una de ellas era alta, rubia y de ojos celestes, mientras que la otra era pelirroja, de ojos verdes, pequitas y estatura media. Pecas, era algo que siempre me resulto tierno, nunca supe la razón.
- Bueno, nosotras somos Paula – Señalando a la chica pelirroja y Lucía. Queríamos preguntarles si saben donde esta la cantina.
- No lo sé, pero yo quería ir. Si quieren podemos buscarla juntas – Dijo Becky.
- Ayer recorrimos el liceo con Alex y pasamos por la cantina. Creo que es al fondo del pasillo, a la izquierda. - Dije
- Bueno, ¿Vamos? – Le preguntó Lucía.
Becky les dijo que sí y a mí que ya volvía.
Mientras tanto me acerqué a la ventana y mi mirada se perdió en el cielo azul. Era normal que yo me distrajera fácilmente o quedara “colgada”. Es algo que nunca cambió de mi.
- Hola ¿ Qué estás haciendo? – Era Alex
- Hola, nada – Suspiré.
- Dicen que cada suspiro es a causa de que te hace falta algo.-
En ese instante sonó el timbre.
- Puede que tengas razón - Contesté
Me senté en mi asiento.
Llegó el profesor de matemática, pasó la lista y finalmente escribió un trabajo en el pizarrón. Examinó fríamente con sus ojos que por un segundo parecieron de cristal a cada uno de nosotros y prosiguió:
- García pase al pizarrón.
Mi corazón se congeló al igual que su mirada fría en ese momento. Cuando volvió a latir fue con muchísima más fuerza. Miré el pizarrón, me armé de valor y me levanté. Mis piernas temblaban pero aún así pude aproximarme al profesor quien me dio el marcador con el cual debería resolver el enigma impregnado en el pizarrón.
Lo leí una...otra y otra vez más...innumerables veces y no encontré su solución. Había escrito un par de garabatos y divagues con cuentas que ni siquiera yo entendía, cual calculadora descompuesta. Era realmente aterrador estar allí al frente con una tarea que debes resolver y no tienes idea de como hacerlo.
No logré escribir ni si quiera una coherencia. Al final no había hecho absolutamente nada como para ganar puntos.
Giré mi cabeza cual búho en la noche, con miedo a lo que pudiera encontrarme…allí estaban, sentados, mis compañeros con muecas de no entender ni jota. Sentía como todos me observaban cuando de vuelta miré hacia el pizarrón. Sentía sus miradas clavándose en mi espalda. Sí, me miraban, pero el que más me miraba en particular era le mismísimo profesor quién estaba muy serio.
- Bueno, si no sabes podes sentarte. – No dijo nada más.
Esas palabras chocaron contra mi cerebro como una puñalada. No sabia si estar aliviada o no. Me sentí totalmente humillada, más bien como una burra.
Escuché una voz que decía mi nombre y me dí vuelta.
¿Adivinen quién era? Sí, así es, era Becky.
Tenía suerte de haberme encontrado con ella, así tendría un viaje menos aburrido. Siempre es mejor estar acompañada.
La saludé y cruzamos.
- ¿Vos también vas a aquella parada? – Señalando la parada a la que yo me dirigía.
-Sí ¿a vos que ómnibus te sirven?.
Luego descubrimos que nos servían los mismos menos dos, así que decidimos usar solo los que nos servían a ambas.
Cuando quise acordar estábamos sentadas en el ómnibus una al lado de la otra. Charlamos un rato. Ella mencionó que no conocía a nadie más que a Alex y a mí. Yo sinceramente le respondí que estaba en su misma situación. Ella me planteó que si quería que nuestro objetivo de hoy fuera tratar de conocer a nuestros nuevos compañeros. Yo acepté.
Nos tocó bajarnos del ómnibus, nos paramos, tocamos el timbre y bajamos.
Retomamos nuestra caminata. Nos faltaban varias cuadras para llegas así que aproveché y le pregunte a mi amiga si quería que fuéramos juntas todos los días al liceo.
Afortunadamente ella respondió que sí.
No pude ocultar una sonrisa. Una de las cosas más aburridas era tener que ir sola al liceo, pero yo tendría a Becky alegrando mis mañanas.
Unos minutos mas tarde llegamos al liceo. Ya teníamos los útiles a mano así que no fue necesario ir a nuestros casilleros. Entramos a la clase y nos sentamos en nuestros respectivos asientos.
Las primeras tres clases pasaron rápido y sin ningún problema. Yo estaba junto a Becky en el recreo cuando unas chicas, al parecer compañeras del curso se nos acercaron.
- Hola, ustedes son Rebeca y Lola, ¿No?
Nosotras asentimos con la cabeza.
Una de ellas era alta, rubia y de ojos celestes, mientras que la otra era pelirroja, de ojos verdes, pequitas y estatura media. Pecas, era algo que siempre me resulto tierno, nunca supe la razón.
- Bueno, nosotras somos Paula – Señalando a la chica pelirroja y Lucía. Queríamos preguntarles si saben donde esta la cantina.
- No lo sé, pero yo quería ir. Si quieren podemos buscarla juntas – Dijo Becky.
- Ayer recorrimos el liceo con Alex y pasamos por la cantina. Creo que es al fondo del pasillo, a la izquierda. - Dije
- Bueno, ¿Vamos? – Le preguntó Lucía.
Becky les dijo que sí y a mí que ya volvía.
Mientras tanto me acerqué a la ventana y mi mirada se perdió en el cielo azul. Era normal que yo me distrajera fácilmente o quedara “colgada”. Es algo que nunca cambió de mi.
- Hola ¿ Qué estás haciendo? – Era Alex
- Hola, nada – Suspiré.
- Dicen que cada suspiro es a causa de que te hace falta algo.-
En ese instante sonó el timbre.
- Puede que tengas razón - Contesté
Me senté en mi asiento.
Llegó el profesor de matemática, pasó la lista y finalmente escribió un trabajo en el pizarrón. Examinó fríamente con sus ojos que por un segundo parecieron de cristal a cada uno de nosotros y prosiguió:
- García pase al pizarrón.
Mi corazón se congeló al igual que su mirada fría en ese momento. Cuando volvió a latir fue con muchísima más fuerza. Miré el pizarrón, me armé de valor y me levanté. Mis piernas temblaban pero aún así pude aproximarme al profesor quien me dio el marcador con el cual debería resolver el enigma impregnado en el pizarrón.
Lo leí una...otra y otra vez más...innumerables veces y no encontré su solución. Había escrito un par de garabatos y divagues con cuentas que ni siquiera yo entendía, cual calculadora descompuesta. Era realmente aterrador estar allí al frente con una tarea que debes resolver y no tienes idea de como hacerlo.
No logré escribir ni si quiera una coherencia. Al final no había hecho absolutamente nada como para ganar puntos.
Giré mi cabeza cual búho en la noche, con miedo a lo que pudiera encontrarme…allí estaban, sentados, mis compañeros con muecas de no entender ni jota. Sentía como todos me observaban cuando de vuelta miré hacia el pizarrón. Sentía sus miradas clavándose en mi espalda. Sí, me miraban, pero el que más me miraba en particular era le mismísimo profesor quién estaba muy serio.
- Bueno, si no sabes podes sentarte. – No dijo nada más.
Esas palabras chocaron contra mi cerebro como una puñalada. No sabia si estar aliviada o no. Me sentí totalmente humillada, más bien como una burra.
viernes, 10 de febrero de 2012
Capítulo V : Un suceso inesperado
No siempre es malo cuestionarse algunas cosas
Sí, ya había encontrado fotos, pero ninguna como la que estaba observando. Allí se encontraba una pequeña niña, sonriente, carente de algunos dientes y a su lado una divertida bebé, aplaudiendo sentada en una manta color azul. El cielo se presentaba soleado, con unas pocas nubes, el piso estaba tupido de pasto y finalmente a lo lejos había un gran árbol. Claro, uno pensaría ¿Qué tiene de raro una foto así? Incluso es tierna.
¿Tierna? claro que es tierna, pero yo nunca en mis años de vida la había visto y en la mudanza apareció en una de mis cajas, lo cual es raro, ya que yo misma las empaqué. Mis padres no las tocaron.
Pensé en luego preguntarle a mamá sobre esa foto, pero ya que está tan ocupada decidí dejarlo para el día siguiente.
Estaba realmente exhausta, así que decidí informarme de las materias que tendría mañana, preparé mi mochila y me fui a dormir. Ya en mi cama reflexioné sobre lo que había pasado en los últimos días. No sabía lo que me esperaba en el futuro, pero nadie lo sabe. Y perdida entre mis pensamientos logré dormir.
Al día siguiente...
Desperté con el sonido de mi alarma, la cual fastidiada apagué. Eran las 6.30, cuando me puse el uniforme y bajé a desayunar. Era muy temprano, tanto que apenas podía caminar. Y pensar que así iban a ser todas las mañanas por el resto del año.
Bajé las escaleras un poco mas entusiasmada, ya que los momentos que tendríamos para compartir en esa mañana permitirían que pudiera preguntarle a mamá sobre la foto que había encontrado anoche.
Cuando llegué a la cocina mamá no estaba, así que mientras preparaba el desayuno la esperé.
Caminando cotidianamente llegó, vestida en pijamas y pantuflas. Se sentó, le dí los buenos días y ella igual.
Yo, escondiendo la foto entre mis manos debajo de la mesa pensaba en como preguntárselo. “Mamá, ¿Quiénes son las personas que están en esta foto?”
No, era muy directo
Mostrando la foto: ¿Cómo llego esto a una de mis cajas?
No, aún más directo. Tengo que encontrar la manera de poder preguntarle sin parecer muy interesada. Así que sin pararme de la silla le dije:
- Anoche entre mis cajas, encontré esta foto, pero no soy yo ni nadie que conozca, ¿Quiénes son?
- A ver…- Se acercó a la foto
Noté que sus pupilas se dilataron e incluso sus ojos se abrieron un poco, pero en seguido me habló:
- No sé quienes son, es una foto muy linda, pero no se como habrá llegado hasta una de tus cajas…
- Entiendo, no importa.
Ahí terminó nuestra conversación.
Continué desayunando y cuando terminé tomé mis cosas y despidiéndome de mi madre abrí la puerta para irme al liceo.
En el camino...
Este día mamá tenía una reunión "importante" en el trabajo así que no tenía más opción que ir en ómnibus hasta el liceo.
Estaba confundida por lo que había ocurrido anteriormente...es decir mamá me acababa de decir que no sabía quienes eran y que tampoco tenía idea de como podría haber llegado a una de mis cajas, pero su cara decía otra cosa. Por un segundo llegué a ver un gesto de sorpresa en su cara. Es decir, yo se cuando miente, aunque logró disimularlo muy bien.
Llegué a una esquina, la cual solo estaba a unos metros de mi parada. El semáforo estaba en rojo.
-¡Lola!
Sí, ya había encontrado fotos, pero ninguna como la que estaba observando. Allí se encontraba una pequeña niña, sonriente, carente de algunos dientes y a su lado una divertida bebé, aplaudiendo sentada en una manta color azul. El cielo se presentaba soleado, con unas pocas nubes, el piso estaba tupido de pasto y finalmente a lo lejos había un gran árbol. Claro, uno pensaría ¿Qué tiene de raro una foto así? Incluso es tierna.
¿Tierna? claro que es tierna, pero yo nunca en mis años de vida la había visto y en la mudanza apareció en una de mis cajas, lo cual es raro, ya que yo misma las empaqué. Mis padres no las tocaron.
Pensé en luego preguntarle a mamá sobre esa foto, pero ya que está tan ocupada decidí dejarlo para el día siguiente.
Estaba realmente exhausta, así que decidí informarme de las materias que tendría mañana, preparé mi mochila y me fui a dormir. Ya en mi cama reflexioné sobre lo que había pasado en los últimos días. No sabía lo que me esperaba en el futuro, pero nadie lo sabe. Y perdida entre mis pensamientos logré dormir.
Al día siguiente...
Desperté con el sonido de mi alarma, la cual fastidiada apagué. Eran las 6.30, cuando me puse el uniforme y bajé a desayunar. Era muy temprano, tanto que apenas podía caminar. Y pensar que así iban a ser todas las mañanas por el resto del año.
Bajé las escaleras un poco mas entusiasmada, ya que los momentos que tendríamos para compartir en esa mañana permitirían que pudiera preguntarle a mamá sobre la foto que había encontrado anoche.
Cuando llegué a la cocina mamá no estaba, así que mientras preparaba el desayuno la esperé.
Caminando cotidianamente llegó, vestida en pijamas y pantuflas. Se sentó, le dí los buenos días y ella igual.
Yo, escondiendo la foto entre mis manos debajo de la mesa pensaba en como preguntárselo. “Mamá, ¿Quiénes son las personas que están en esta foto?”
No, era muy directo
Mostrando la foto: ¿Cómo llego esto a una de mis cajas?
No, aún más directo. Tengo que encontrar la manera de poder preguntarle sin parecer muy interesada. Así que sin pararme de la silla le dije:
- Anoche entre mis cajas, encontré esta foto, pero no soy yo ni nadie que conozca, ¿Quiénes son?
- A ver…- Se acercó a la foto
Noté que sus pupilas se dilataron e incluso sus ojos se abrieron un poco, pero en seguido me habló:
- No sé quienes son, es una foto muy linda, pero no se como habrá llegado hasta una de tus cajas…
- Entiendo, no importa.
Ahí terminó nuestra conversación.
Continué desayunando y cuando terminé tomé mis cosas y despidiéndome de mi madre abrí la puerta para irme al liceo.
En el camino...
Este día mamá tenía una reunión "importante" en el trabajo así que no tenía más opción que ir en ómnibus hasta el liceo.
Estaba confundida por lo que había ocurrido anteriormente...es decir mamá me acababa de decir que no sabía quienes eran y que tampoco tenía idea de como podría haber llegado a una de mis cajas, pero su cara decía otra cosa. Por un segundo llegué a ver un gesto de sorpresa en su cara. Es decir, yo se cuando miente, aunque logró disimularlo muy bien.
Llegué a una esquina, la cual solo estaba a unos metros de mi parada. El semáforo estaba en rojo.
-¡Lola!
jueves, 9 de febrero de 2012
Capítulo IV : El centro comercial
Esa misma tarde...
El liceo afortunadamente pasó casi volando y tuve la oportunidad de intercambiar números con Alex y Becky, unos minutos antes de que mamá pasara a buscarme. Era el primer día. Era lógico que el instinto sobre protector de mi madre la impulsara a ir a buscarme.
- ¿Quieres ir al centro comercial? Es una buena oportunidad para conocer un poco mas la ciudad. De paso, puedo hacer las compras para la casa y si encontras algo lindo y recién empezó el mes te lo puedo comprar.
Es verdad, es una buena oportunidad de conocer aunque sea un poquito mas. Y lo de que me comprara algo también era tentador.
Me guiñó el ojo y yo reí. Acepté su oferta.
Yo miraba atentamente la ciudad, vacilando como siempre cuando sentí el tono de mensajes de mi celular. Levanté mi mochila del piso del auto y lo busqué en el bolsillo pequeño. Era un mensaje de Alex: Espero que seamos buenos amigos (:
Eso era todo lo que decía. Yo lo respondí:
Sip, yo también lo espero. Es más, estoy casi segura. ¡Nos vemos mañana!
El mensaje se envió.
Por la ventana pude ver un montón de autos estacionados, supuse que era el estacionamiento del centro comercial. Bajamos del auto y luego entramos. Todo era de unas proporciones grandes y habían muchas tiendas, en las cuales predominaban las de ropa. En un momento, mientras observaba todo vi una tienda que llamó mi atención. Estaba llena de vestidos de fiesta. Le pregunte a mi madre si podíamos entrar y ella asintió con la cabeza.
Se podría decir que en esa tienda todo brillaba, literalmente...casi todo tenía lentejuelas o algún otro tipo de brillo. Enseguida me busqué alguno que llamara mi atención.
- Necesitas uno, dentro de poco tendremos una cena con el jefe de tu padre y los que tenés te quedan chicos.
No había nada más aburrido que las cenas con el jefe de mi padre. Lo único que hacían era charlar sobre las ganancias de la empresa y cosas por el estilo. No me gustaban para nada, pero siempre estaba obligada a ir. Nunca entendí por que.
Encontré un vestido que me gustó. Era strapless, con algunos volados dorados abajo. Mamá decidió comprármelo con su tarjeta de crédito. La sociedad era algo materialista. Lo digo por muchas cosas, pero ¿Por qué tenia que ir con un vestido? Era solo una cena, ¿No podía ir con jeans y alguna remera que me gustara? La respuesta era no, porque era una cena formal.
Se podía decir que la nueva ciudad no era tan mala como había creído hace unos días. Recorrimos el centro comercial por unas horas más, en las cuales compramos los útiles que me faltaban para el liceo, hicimos las compras para la casa, etc.
Luego de eso íbamos camino a una tienda, cuando vi pasar a alguien, que me pareció familiar, como si ya la hubiera visto, o hablado con ella. Era alta, tenía ojos marrones y pelo marrón enrulado. La observé unos segundos hasta que pasó junto a mí, no logré descifrar quien era. Creo que no me vio. Igual la posibilidad de que lo que pensaba fuera acertado eran muy pocas, estaba en otra ciudad, no conocía a nadie.
Tres horas después...
Uff...¡Al fin había llegado a mi casa!
Abrí la puerta de mi cuarto, me saqué los zapatos sin desatarme los cordones. Estos quedaron desparramados en el piso de mi cuarto y me tiré sobre mi cama en un intento desesperado por descansar. Sentí la suave textura de uno de mis almohadones, luego miré al techo, mirando a la nada.
Era tan increíble como había pasado ya tanto tiempo, parece que hace tan solo días tenía solamente seis añitos e iba al jardín.
Enseguida de eso llamó mamá pronunciando las dos palabras de siempre: A y comer.
Me levanté de mi cama, me puse mis pantuflas y pantufliando bajé.
Reaccioné cuando ya estaba sentada en la mesa, con la comida en un plato frente a mí.
Durante la cena hablamos de como nos había ido en el día, como nos parecía la ciudad, entre otras cosas.
Después de comer el postre, mamá sugirió seguir desempacando las cosas que nos faltaban, así que cada una se dirigió a su respectiva habitación.
Abrí una de las cajas y me llené de recuerdos. Lindos, divertidos, tristes, todo tipo de acontecimientos muy importantes para mí. Encontré ropa, juguetes de cuando era pequeña, libros, cuadernos…pero nada que me llamara mas la atención que lo que estaba en el fondo…
El liceo afortunadamente pasó casi volando y tuve la oportunidad de intercambiar números con Alex y Becky, unos minutos antes de que mamá pasara a buscarme. Era el primer día. Era lógico que el instinto sobre protector de mi madre la impulsara a ir a buscarme.
- ¿Quieres ir al centro comercial? Es una buena oportunidad para conocer un poco mas la ciudad. De paso, puedo hacer las compras para la casa y si encontras algo lindo y recién empezó el mes te lo puedo comprar.
Es verdad, es una buena oportunidad de conocer aunque sea un poquito mas. Y lo de que me comprara algo también era tentador.
Me guiñó el ojo y yo reí. Acepté su oferta.
Yo miraba atentamente la ciudad, vacilando como siempre cuando sentí el tono de mensajes de mi celular. Levanté mi mochila del piso del auto y lo busqué en el bolsillo pequeño. Era un mensaje de Alex: Espero que seamos buenos amigos (:
Eso era todo lo que decía. Yo lo respondí:
Sip, yo también lo espero. Es más, estoy casi segura. ¡Nos vemos mañana!
El mensaje se envió.
Por la ventana pude ver un montón de autos estacionados, supuse que era el estacionamiento del centro comercial. Bajamos del auto y luego entramos. Todo era de unas proporciones grandes y habían muchas tiendas, en las cuales predominaban las de ropa. En un momento, mientras observaba todo vi una tienda que llamó mi atención. Estaba llena de vestidos de fiesta. Le pregunte a mi madre si podíamos entrar y ella asintió con la cabeza.
Se podría decir que en esa tienda todo brillaba, literalmente...casi todo tenía lentejuelas o algún otro tipo de brillo. Enseguida me busqué alguno que llamara mi atención.
- Necesitas uno, dentro de poco tendremos una cena con el jefe de tu padre y los que tenés te quedan chicos.
No había nada más aburrido que las cenas con el jefe de mi padre. Lo único que hacían era charlar sobre las ganancias de la empresa y cosas por el estilo. No me gustaban para nada, pero siempre estaba obligada a ir. Nunca entendí por que.
Encontré un vestido que me gustó. Era strapless, con algunos volados dorados abajo. Mamá decidió comprármelo con su tarjeta de crédito. La sociedad era algo materialista. Lo digo por muchas cosas, pero ¿Por qué tenia que ir con un vestido? Era solo una cena, ¿No podía ir con jeans y alguna remera que me gustara? La respuesta era no, porque era una cena formal.
Se podía decir que la nueva ciudad no era tan mala como había creído hace unos días. Recorrimos el centro comercial por unas horas más, en las cuales compramos los útiles que me faltaban para el liceo, hicimos las compras para la casa, etc.
Luego de eso íbamos camino a una tienda, cuando vi pasar a alguien, que me pareció familiar, como si ya la hubiera visto, o hablado con ella. Era alta, tenía ojos marrones y pelo marrón enrulado. La observé unos segundos hasta que pasó junto a mí, no logré descifrar quien era. Creo que no me vio. Igual la posibilidad de que lo que pensaba fuera acertado eran muy pocas, estaba en otra ciudad, no conocía a nadie.
Tres horas después...
Uff...¡Al fin había llegado a mi casa!
Abrí la puerta de mi cuarto, me saqué los zapatos sin desatarme los cordones. Estos quedaron desparramados en el piso de mi cuarto y me tiré sobre mi cama en un intento desesperado por descansar. Sentí la suave textura de uno de mis almohadones, luego miré al techo, mirando a la nada.
Era tan increíble como había pasado ya tanto tiempo, parece que hace tan solo días tenía solamente seis añitos e iba al jardín.
Enseguida de eso llamó mamá pronunciando las dos palabras de siempre: A y comer.
Me levanté de mi cama, me puse mis pantuflas y pantufliando bajé.
Reaccioné cuando ya estaba sentada en la mesa, con la comida en un plato frente a mí.
Durante la cena hablamos de como nos había ido en el día, como nos parecía la ciudad, entre otras cosas.
Después de comer el postre, mamá sugirió seguir desempacando las cosas que nos faltaban, así que cada una se dirigió a su respectiva habitación.
Abrí una de las cajas y me llené de recuerdos. Lindos, divertidos, tristes, todo tipo de acontecimientos muy importantes para mí. Encontré ropa, juguetes de cuando era pequeña, libros, cuadernos…pero nada que me llamara mas la atención que lo que estaba en el fondo…
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